Entre los mensajes privados que tengo pendientes de respuesta, hay uno que trata de un tema que no sé bien cómo abordar. No soy psicóloga, aunque algunos lectores me hayan comentado que creían que sí, y no tengo respuesta para todo, soy una eterna aprendiz como el resto de los mortales. Bueno, pues tenía el tema ahí aparcado cuando me topé con cierta escena en la película Una pistola en cada mano, así que aprovecho para enlazarlo todo y comentar al respecto.
El mensaje es el siguiente, y por si no le llegó mi aviso al autor mi mensaje, ya verá que lo estoy usando para este post, como hago de vez en cuando sin poner los datos personales:
Saludos Señora.
Tengo 49 años, y desde hace muy poco que me acerqué a saber más sobre el tema de las amas y los sumisos. En principio quiero dejar claro que no busco citas, ni tener ama, ni ligar, etc, etc. Sólo busco quizás algo muy difícil... Tener una explicación a vivencias de la adolescencia, que "creo" (repito, creo, porque no soy experto ni conocedor del tema hasta ese nivel) tenían relación con la dominación-sumisión, seguramente sin ser yo consciente de ello.
Por la época que era, por mi edad entonces, y por un sinfín de razones. Mis vivencias no tienen nada que ver con la glamourosa puesta en escena de amas y sumisos, la cual ni me gusta ni me disgusta, no la discuto ni la critico. Cuando era casi un adolescente (13 años), mis padres se separaron por desaveniencias (en una época donde no solía ocurrir, pero ocurría a veces) Mi madre tenía otra pareja, y por esa razón la custodia mía fue para mi padre (cosas de leyes de la época) Pero vayamos al tema.Teníamos una vecina de la edad de mi padre (unos 40 años calculo, en esa época la gente parecía siempre mayor de su edad), que era gallega, sencilla, humilde (como mi propia familia), y con unos estudios mínimos, o inexistentes tal vez (con esto quiero decir, que nuestra futura "ama", no era glamourosa, ni culta, ni sofisticada, ni experta en nada), sólo quizás una mujer dominante de naturaleza.
De momento yo la observaba como vecino, desde la distancia, porque no podía aún adelantar que tendría relación futura con mi padre recién separado. A veces venían a verla del pueblo (ella provenía de pueblo también), una hermana suya y sus sobrinos (que eran más o menos de mi edad), y me quedaba atónito viendo a aquellos chicos, vestidos con lo más humilde, con un olor característico en su ropa como a humedad dulzona (un olor de alguna gente humilde de entonces), y con aquel pelo tan corto.
Les daban voces, se veían muy educados y obedientes, incluso tímidos (yo también era tímido), y un aspecto general como de chicos sometidos (al menos en mi mente, esa imagen me daban). Fue cuando me di cuenta que aunque yo vivía y parecía como un rey comparado con ellos (sin pasarse, pero había diferencia incluso no siendo yo de familia acomodada ni mucho menos), que lo que más envidia me daba era no ser ellos. En ese momento eran los chicos más envidiados por mi de todo lo que tenía a la vista. ¿Por qué? Pues la verdad que ni lo sabía ni lo sé. Sólo sé que sentía eso.
Para no extenderme ni aburrirla demasiado, intentaré abreviar, aunque son vivencias que me marcaron de por vida (para bien, no para mal)
La gallega y mi padre empezaron a hablarse más, estaba en puertas una relación de pareja, aunque yo aún lo desconocía. Ella ya solía referirse a mi como un consentido, hablando con mi padre delante de mi sin esconderlo, mirándome muy seria, y diciéndole cosas seguramente para que yo me quedara con ellas. Hablaba sutilmente de una educación más recta, más humilde (decía que parecía presumido), e iba poco a poco aumentando su discurso sobre mi.
Cuando la relación comenzó y empezamos a vivir juntos, yo deseaba (sin decírselo) que me sometiera, quizás porque yo pensaba que ella era lo que deseaba. No creo que ella fuera consciente de que yo quisiera someterme, sino que pensaría que lo iba a hacer me gustase o no. Las cosas fueron poco a poco, pero sin pausa. Con la llegada del verano, le dijo a mi padre que era bueno que los chicos fueran al pueblo en vacaciones a ayudar en las labores del campo. Su hermana y su cuñado eran campesinos, y aquellos sobrinos que venían a veces también.
Ella además daba más importancia a eso, que a ser buen estudiante o no (que tampoco lo era mucho). A mi padre le pareció buena idea. En realidad él era camionero, pasaba mucho tiempo fuera de casa, y tampoco quería ocuparse de nada. Así que ella tenía más campo libre en lo que era mi educación.
Al poco tiempo vino su hermana (aunque sin sus sobrinos esta vez), a hacernos una visita previa. Por la conversación de ambas, vi que algo iba a cambiar para mi. Las preguntas que me hacía mi nueva tía, me sonaban a música celestial. Decía que parecía un chavalito algo rebelde y descuidado por mi madre. Le contesté que quizás sí. Y ella me dijo, pues desde ahora me parece que vas a ir bien derechito y educado.
Una bolsa que traia mi tía me hizo presagiar que iba a empezar a ser educado como deseaba. Era ropa vieja y bastante usada de mis nuevos primos. Mientras mi madrastra y ella iban sacando las cosas que querían ponerme, pude percibir ese olor a humedad dulce que ellos tenían. El olor de un chico humilde y obediente (yo lo percibía así) Mis calzoncillos de antes, los primeros slips, no eran de su gusto, así que me mandaron llevar el pantalón pero sin calzoncillos. Al ser ancho, aquel tacto bajo él me hacía sentir en parte desnudo, inseguro. Era una sensación dulce. Y el calzado, aquellas humildes sandalias de goma de hevillas.
Acabado de vestir y calzar a su gusto, tenía la sensación ya de un gran cambio, de un chico normal y sencillo a un chico mucho más humilde. Esa humildad me producía paz, deseos de ser un chico obediente y abnegado.
Me observaron bastante complacidas las dos, aunque siempre serias, no eran mujeres de frases dulces o piropos hacia mi. Les gustaba ese cambio bien austero, pero con esa superioridad de no preguntarme si era de mi agrado o no. Simplemente debía dejarlas hacer a ellas, obedecer y callar.
Mi tía le dijo a mi madrastra...¿Y este chico, como es que lleva ese pelo así largo? Mi madrastra me preguntó entonces muy seria...¿Es que tu madre te consentía llevar el pelo largo? Yo le contesté tímidamente que sí, que no se metía en esas cosas.
Y ella me dijo en tono muy de mujer que sabe mandar...Pues eso se te acabó, desde esta tarde vas a empezar a llevar el pelo bien corto. Además no me gusta que en el pueblo vean que no te educo bien.
Esa misma tarde, mi tía y mi madre me llevaron a un barbero de los de entonces, y me cortaron el pelo rapadito al cero. Y ya me dejaron bien claro que en lo sucesivo lo llevaría siempre así. Y así fue además.
La sensación mas dulce que recuerdo (ese tipo de sensación entre pasarlo mal por timidez, y a la vez la dulzura de sentirse sumiso), fue la de salir del barbero con mi nuevo atuendo, y mi corte de pelo al cero. Las chicas del barrio miraban divertidas, e incluso parecían tratarte con mucho menos respeto que antes. En el fondo, a las adolescentes les parecía divertido ver a un chico al que conocían de antes, bien humilde y sometido.
Serían más cosas pero no quiero aburrirla más. No sé si eso es sumisión o no, pero sé que era feliz obedeciendo, siendo lo más humilde posible, y aparte de mi timidez, me veía y me sentía (sincera y totalmente) inferior a cualquier mujer. Lo era, y lo soy, y me gusta. Es una realidad.
Un fuerte abrazo Señora.
Tengo 49 años, y desde hace muy poco que me acerqué a saber más sobre el tema de las amas y los sumisos. En principio quiero dejar claro que no busco citas, ni tener ama, ni ligar, etc, etc. Sólo busco quizás algo muy difícil... Tener una explicación a vivencias de la adolescencia, que "creo" (repito, creo, porque no soy experto ni conocedor del tema hasta ese nivel) tenían relación con la dominación-sumisión, seguramente sin ser yo consciente de ello.
Por la época que era, por mi edad entonces, y por un sinfín de razones. Mis vivencias no tienen nada que ver con la glamourosa puesta en escena de amas y sumisos, la cual ni me gusta ni me disgusta, no la discuto ni la critico. Cuando era casi un adolescente (13 años), mis padres se separaron por desaveniencias (en una época donde no solía ocurrir, pero ocurría a veces) Mi madre tenía otra pareja, y por esa razón la custodia mía fue para mi padre (cosas de leyes de la época) Pero vayamos al tema.Teníamos una vecina de la edad de mi padre (unos 40 años calculo, en esa época la gente parecía siempre mayor de su edad), que era gallega, sencilla, humilde (como mi propia familia), y con unos estudios mínimos, o inexistentes tal vez (con esto quiero decir, que nuestra futura "ama", no era glamourosa, ni culta, ni sofisticada, ni experta en nada), sólo quizás una mujer dominante de naturaleza.
De momento yo la observaba como vecino, desde la distancia, porque no podía aún adelantar que tendría relación futura con mi padre recién separado. A veces venían a verla del pueblo (ella provenía de pueblo también), una hermana suya y sus sobrinos (que eran más o menos de mi edad), y me quedaba atónito viendo a aquellos chicos, vestidos con lo más humilde, con un olor característico en su ropa como a humedad dulzona (un olor de alguna gente humilde de entonces), y con aquel pelo tan corto.
Les daban voces, se veían muy educados y obedientes, incluso tímidos (yo también era tímido), y un aspecto general como de chicos sometidos (al menos en mi mente, esa imagen me daban). Fue cuando me di cuenta que aunque yo vivía y parecía como un rey comparado con ellos (sin pasarse, pero había diferencia incluso no siendo yo de familia acomodada ni mucho menos), que lo que más envidia me daba era no ser ellos. En ese momento eran los chicos más envidiados por mi de todo lo que tenía a la vista. ¿Por qué? Pues la verdad que ni lo sabía ni lo sé. Sólo sé que sentía eso.
Para no extenderme ni aburrirla demasiado, intentaré abreviar, aunque son vivencias que me marcaron de por vida (para bien, no para mal)
La gallega y mi padre empezaron a hablarse más, estaba en puertas una relación de pareja, aunque yo aún lo desconocía. Ella ya solía referirse a mi como un consentido, hablando con mi padre delante de mi sin esconderlo, mirándome muy seria, y diciéndole cosas seguramente para que yo me quedara con ellas. Hablaba sutilmente de una educación más recta, más humilde (decía que parecía presumido), e iba poco a poco aumentando su discurso sobre mi.
Cuando la relación comenzó y empezamos a vivir juntos, yo deseaba (sin decírselo) que me sometiera, quizás porque yo pensaba que ella era lo que deseaba. No creo que ella fuera consciente de que yo quisiera someterme, sino que pensaría que lo iba a hacer me gustase o no. Las cosas fueron poco a poco, pero sin pausa. Con la llegada del verano, le dijo a mi padre que era bueno que los chicos fueran al pueblo en vacaciones a ayudar en las labores del campo. Su hermana y su cuñado eran campesinos, y aquellos sobrinos que venían a veces también.
Ella además daba más importancia a eso, que a ser buen estudiante o no (que tampoco lo era mucho). A mi padre le pareció buena idea. En realidad él era camionero, pasaba mucho tiempo fuera de casa, y tampoco quería ocuparse de nada. Así que ella tenía más campo libre en lo que era mi educación.
Al poco tiempo vino su hermana (aunque sin sus sobrinos esta vez), a hacernos una visita previa. Por la conversación de ambas, vi que algo iba a cambiar para mi. Las preguntas que me hacía mi nueva tía, me sonaban a música celestial. Decía que parecía un chavalito algo rebelde y descuidado por mi madre. Le contesté que quizás sí. Y ella me dijo, pues desde ahora me parece que vas a ir bien derechito y educado.
Una bolsa que traia mi tía me hizo presagiar que iba a empezar a ser educado como deseaba. Era ropa vieja y bastante usada de mis nuevos primos. Mientras mi madrastra y ella iban sacando las cosas que querían ponerme, pude percibir ese olor a humedad dulce que ellos tenían. El olor de un chico humilde y obediente (yo lo percibía así) Mis calzoncillos de antes, los primeros slips, no eran de su gusto, así que me mandaron llevar el pantalón pero sin calzoncillos. Al ser ancho, aquel tacto bajo él me hacía sentir en parte desnudo, inseguro. Era una sensación dulce. Y el calzado, aquellas humildes sandalias de goma de hevillas.
Acabado de vestir y calzar a su gusto, tenía la sensación ya de un gran cambio, de un chico normal y sencillo a un chico mucho más humilde. Esa humildad me producía paz, deseos de ser un chico obediente y abnegado.
Me observaron bastante complacidas las dos, aunque siempre serias, no eran mujeres de frases dulces o piropos hacia mi. Les gustaba ese cambio bien austero, pero con esa superioridad de no preguntarme si era de mi agrado o no. Simplemente debía dejarlas hacer a ellas, obedecer y callar.
Mi tía le dijo a mi madrastra...¿Y este chico, como es que lleva ese pelo así largo? Mi madrastra me preguntó entonces muy seria...¿Es que tu madre te consentía llevar el pelo largo? Yo le contesté tímidamente que sí, que no se metía en esas cosas.
Y ella me dijo en tono muy de mujer que sabe mandar...Pues eso se te acabó, desde esta tarde vas a empezar a llevar el pelo bien corto. Además no me gusta que en el pueblo vean que no te educo bien.
Esa misma tarde, mi tía y mi madre me llevaron a un barbero de los de entonces, y me cortaron el pelo rapadito al cero. Y ya me dejaron bien claro que en lo sucesivo lo llevaría siempre así. Y así fue además.
La sensación mas dulce que recuerdo (ese tipo de sensación entre pasarlo mal por timidez, y a la vez la dulzura de sentirse sumiso), fue la de salir del barbero con mi nuevo atuendo, y mi corte de pelo al cero. Las chicas del barrio miraban divertidas, e incluso parecían tratarte con mucho menos respeto que antes. En el fondo, a las adolescentes les parecía divertido ver a un chico al que conocían de antes, bien humilde y sometido.
Serían más cosas pero no quiero aburrirla más. No sé si eso es sumisión o no, pero sé que era feliz obedeciendo, siendo lo más humilde posible, y aparte de mi timidez, me veía y me sentía (sincera y totalmente) inferior a cualquier mujer. Lo era, y lo soy, y me gusta. Es una realidad.
Un fuerte abrazo Señora.
Bueno, como dije al principio, no sé qué respuesta dar a la pregunta de si eso era sumisión y si la cosa empezó entonces, o si era falta de calor materno y por tanto una forma de sentirse aceptado por aquella mujer fría y estricta. Sí que puedo mencionar casos de sumisos que me contaron experiencias concretas de su infancia y que reconocen que eso les marcó: una maestra estricta, una madre aficionada a pegar en el culo con zapatilla, una vecina algo mayor y muy mandona, etc. Pero si eso es así, ¿entonces por qué el resto de alumnos o de hermanos o de vecinos no han salido TODOS sumisos...? Yo creo que habrá cien factores que influyan en nuestra sexualidad, y que en la infancia por supuesto que se cuecen muchos aspectos de nuestra vida adulta, pero en resumen, que no tengo una idea clara aparte de esta: todo influye y nada es decisivo en sí mismo; esa sería mi opinión.
Por otra parte, el hecho de que este hombre opine que la mujer es superior (idea que no comparto, a pesar de estar extendida en el universo de las Amas, como ya expliqué por aquí), será una opinión que se le ha ido formando con el tiempo, no creo que la madrastra le inculcase tal pensamiento. Aunque si lo estaba criticando constantemente tal vez le hizo quedarse con la idea de ser un medio inútil para siempre. Sea como sea, lo que sí creo es que los hechos van por un lado y nuestras reacciones por otro. Es decir, que dos personas no reaccionan de la misma manera ante un mismo hecho. Hay quien se hunde ante un problema y hay quien se crece en la adversidad. Hay quien se convierte en un adicto por escapar de los problemas y hay quien los afronta sin anestesia. Así que no creo que un sumiso llegue a serlo por una serie de hechos o personas alrededor, sino que tiene una predisposición general a no ser de otra manera, como no tener madera para ser dominante por ejemplo.
En fin, es mi forma de verlo, que tampoco le he dado mil vueltas a eso, ni a por qué a mí me gusta dominar, que daría para un debate parecido. Lo que cuenta es lo que somos y cómo nos aceptemos. Y en eso la sociedad sigue sin ayudar mucho, como se ve en la escena que traigo. Ella es la amiga de la mujer de él, y los maridos son amigos entre ellos, para que entendáis el momento.
Así que lo de lamer pies es como para romper una amistad por lo que parece, y el hombre lo hace para superar un enganche traumático con la madre. De incomprensión social no voy a volver a hablar porque todos sabemos cómo está el patio. Y de lo otro, ahí sí que opino, tajantemente, que da igual que un tío chupe mil pares de pies, que si tiene un enganche enfermizo con la madre, no se le va a quitar a base de lametones, que eso sí que es un trauma y lo demás son tonterías. Y por supuesto no es exclusivo de sumisos, así que la escena no hay por dónde cogerla.
No sé si le habré aclarado algo a alguien aparte de servirme para reflexionar a mí. Si hay otras teorías o testimonios de primera mano, ahí están los comentarios, como ya sabéis.