Qué mala impresión da un sumiso que llega diciendo “mi Ama” a la primera que le dirige la palabra, ya con eso demuestra que quiere “tener” Ama, que es muy distinto a entregarse a ella como sumiso. Y esta película se llama justo así, My mistress, pero ni ella es Ama de verdad (y no lo digo porque sea una dominatrix profesional) ni él es su sumiso de verdad, tan solo proyecta sobre ella sus fantasías de sumisión, como hace cualquier pajillero, escena que no falta en la película en el momento-ducha. Así que con todo eso, mejor se debería llamar Amores imposibles, o Crecer duele, porque el tema D/s va metido con calzador. Para “variar”, ambos son unos personajes atormentados, así que se “redimen” por medio del rollo sado. Aparte de eso tienen un intento de historia sentimental, pero 35 años de diferencia es mucha traca. Y poco más que comentar, porque femdom no es, y bdsm, tampoco, porque no es sano ni seguro ni consensuado. Él la medio obliga a que le haga lo que le gusta, ella se pasa por el forro la palabra de seguridad y todo es bastante enfermizo. La cosa se queda en una simple caricatura y ya está; para muestra, véase la escena del látigo a lo Indiana Jones de la dominatrix enloquecida.
En fin, para un argumento en la línea sadomaso y con diferencia de edad, ya estaba Castígueme, que le da cien vueltas. Qué pena malgastar un título así en semejante historia. Pocas películas sobre femdom hay y no salen de los cuatro tópicos. Uf.